Las recientes medidas arancelarias impuestas por el presidente Donald Trump han comenzado a generar una creciente ola de críticas dentro de su propio partido, lo que podría tener implicaciones políticas importantes de cara a las elecciones de medio mandato.
Aunque el rechazo inicial vino principalmente de sectores demócratas y empresariales, algunos republicanos han empezado a alzar la voz, incluyendo figuras que tradicionalmente han respaldado al expresidente. Senadores como Rand Paul (Kentucky) y Ron Thilis (Carolina del Norte) han expresado su desacuerdo, señalando que los aranceles perjudican directamente a las familias estadounidenses y podrían resultar contraproducentes para la economía.
Rand Paul ha sido especialmente crítico, al calificar los aranceles como “impuestos” disfrazados que no castigan a gobiernos extranjeros, sino al consumidor local. En una columna publicada en Fox News, Paul alertó sobre las consecuencias económicas de estas políticas y puso en duda su legalidad, sugiriendo incluso que podrían ser inconstitucionales.
A esta postura se sumó el exlíder del Senado Mitch McConnell, quien calificó los aranceles como una “mala política”, y el senador Ted Cruz, que si bien fue más moderado, reconoció que los gravámenes funcionan como un impuesto al consumidor y expresó su deseo de que no se prolonguen.
Incluso el Senado aprobó esta semana una resolución para congelar algunos aranceles dirigidos a Canadá, con el apoyo de cuatro republicanos, entre ellos McConnell, Paul, Susan Collins y Lisa Murkowski, lo que representa un raro caso de alianza bipartidista frente a decisiones de la Casa Blanca.
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Mientras tanto, los mercados financieros muestran señales de tensión, y analistas de instituciones como JPMorgan o Fitch Ratings advierten que la política comercial actual podría encaminar al país hacia una recesión, afectando la confianza del consumidor y elevando los precios de productos clave.
Aunque Trump mantiene firme su discurso y asegura que estos aranceles son una herramienta de negociación, la fractura interna dentro del Partido Republicano sugiere un malestar creciente que podría debilitar su posición política en los próximos meses.