A Francis Robert Prevost, de 69 años, se le eligió como el nuevo papa León XIV en la cuarta votación del cónclave, convirtiéndose en el primer pontífice estadounidense de la historia. A pesar de su origen en Chicago, ha sido descrito como “el menos estadounidense de los estadounidenses”, por su fuerte vínculo con América Latina y su perfil discreto e internacional.
Prevost, agustino, políglota y reformista, ha sido una figura de confianza en el Vaticano desde que asumió como prefecto del Dicasterio para los Obispos en 2020, y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. Su elección se impulsó especialmente por el respaldo de los purpurados latinoamericanos, gracias a sus más de 20 años como misionero y luego obispo en Chiclayo, Perú, a cuyos fieles dedicó emotivas palabras durante su primer discurso como Papa.
León XIV sorprendió con una alocución escrita —en contraste con las improvisaciones de sus predecesores—, en la que dejó en claro que su pontificado continuará la senda marcada por Francisco. Insistió en conceptos como:
“Una Iglesia sinodal, misionera, que construya puentes, abierta a todos, cercana a los que sufren”.
También retomó una de las frases más recientes del papa emérito Francisco, al advertir sobre el rearme global:
“Esta es la paz de Cristo resucitado. Una paz desarmada, humilde y perseverante. Viene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente”.
A pesar de su alto cargo, Prevost residía hasta antes del cónclave en una modesta habitación en la Curia General de los Agustinos, edificio que ayudó a construir cuando fue superior de su orden. Llegaba al Vaticano en un coche sencillo y evitó protagonismo ante los medios.
Su perfil reservado, su capacidad de escucha y su habilidad para generar consenso entre cardenales progresistas y conservadores, así como entre los nuevos perfiles que Francisco integró al gobierno eclesial, lo convierten en una figura clave para la nueva etapa de la Iglesia católica.
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