Meryl Streep, Juliette Binoche, Greta Gerwig, Eva Green y Lily Gladstone son algunas de las primeras estrellas que sintieron el calor de los flashes y el glamour más extremo que solo se vive en el Festival de Cannes. Luego siguen Anya Taylor-Joy y Chris Hemsworth con el estreno de Furiosa, Adam Driver, Kevin Costner, Emma Stone, Demi Moore y muchas más. Sin embargo, en medio de este baño de elogios, atención y brillos surge otra realidad. Y si no que se lo pregunten a la actriz de ascendencia argentina, quien se hizo viral en su llegada al aeropuerto a través de un video que refleja la incomodidad de la fama ante el acoso de un supuesto fan pidiéndole un autógrafo.
Después de visitar México, Australia y Estados Unidos, la actriz de 28 años llegó a la Riviera francesa el lunes 13 de mayo para cumplir con los compromisos promocionales de su nueva película. Como es la costumbre en Cannes y medio mundo, en el aeropuerto la esperaban algunos curiosos que se intentaron acercar para grabarla con sus teléfonos y pedirle autógrafos. Sin embargo, hubo uno en particular que enfadó a la comunidad online por la “agresividad” e insistencia.
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En el video publicado en TikTok se puede ver a Anya Taylor-Joy atravesando la salida del aeropuerto con su equipo de seguridad que constantemente intentan bloquear el acercamiento de extraños con lapiceras, fotos y hojas de papel. La actriz camina impasible manteniendo su sombrero intacto y el glamour de Cannes por delante, frenando con sus manos el acercamiento de curiosos mientras repite “Monsieur, s’il vous plait” (por favor en francés). Si bien cede a firmar algunos autógrafos, se puede ver cómo un hombre vestido de gris se acerca con sus papeles y lapicera, grita el nombre de Anya e insiste varias veces, llegando a ser apartado por un guardaespaldas varias veces. Pero el hombre regresa, una y otra vez, a pesar de la negativa de la actriz y su equipo de seguridad. Una actitud que miles de usuarios están señalando de “agresiva” mientras critican que la actriz no tuviera más guardaespaldas protegiéndola en ese momento.
Finalmente, Anya llega al auto que la está esperando mientras otro fan o curioso la persigue con la cámara del teléfono móvil, se quita el sombrero y pide perdón por no atenderlos para entonces cerrar la puerta. No obstante, según otros videos que circulan en redes, la actriz respondió a varios fans, firmando autógrafos previamente con una sonrisa.
La situación resulta incómoda de ver. No solo por la compostura de Anya Taylor-Joy que, sabiendo dónde estaba, no perdió ni un ápice del glamour de estrella que tanto caracteriza al universo de Cannes, sino por la invasión agresiva que produce ver a un curioso pidiendo un autógrafo de esa manera. El video fue visto más de 2.3 millones de veces y acumula más de 3.000 comentarios a la hora de escribir este artículo, con una gran mayoría defendiendo a la actriz y criticando la actitud del hombre en cuestión. Sin embargo, todo esto nos lleva a una conversación aun más interesante.
La otra consecuencia de la fama
En mi experiencia, tras más de 15 años cubriendo alfombras rojas y entrevistas con estrellas de Hollywood, los fans no suelen actuar de esta manera. En su mayoría reaccionan felices de finalmente conocer a sus ídolos, mostrándose vergonzosos y amables mientras elogian y sonríen de oreja a oreja cuando consiguen un autógrafo o el selfie de turno. Cuando existe esta insistencia que roza la agresividad es porque, normalmente, se busca algo más que un autógrafo personal: dinero.
Porque existe un negocio en torno a los autógrafos (del que les hablé en otro artículo) que lleva a decenas de adultos a hacer colas en alfombras rojas, esperar afuera de hoteles, restaurantes y aeropuertos durante horas para exigir autógrafos que luego venderán en casas de coleccionistas o eBay. Esa agresividad responde a la urgencia de conseguir la firma que se traduce en dinero y que lleva a muchos de ellos a identificar al famoso de turno como un objeto por el que sacar algo a cambio.
Lo vemos a menudo en videos que surgen de estrellas aterrizando en el aeropuerto de Los Angeles, siendo insultados o abucheados si no se rinden a firmar los autógrafos que los “cazadores” exigen. Por ejemplo, Mark Hamill dejó en evidencia que no son fans cuando ofreció hacerse un selfie en lugar de dar autógrafos, pero el “cazador” se negó. Después de todo, el selfie no vende.
Y el caso de Anya Taylor-Joy refleja justamente esta otra cara incómoda de la fama, adornada y expuesta a la máxima potencia al estar inflada por el glamour extremo que representa el festival francés.
La carga de ser famoso
El prestigioso certamen dio su pistoletazo de salida el pasado martes 14 de mayo, desplegando su famosa alfombra roja y majestuosas escalinatas para recibir a decenas de figuras que no quisieron perderse la ceremonia de apertura, donde se rindió homenaje a la actriz de Los puentes de Madison con la entrega de la Palma de Oro en honor a su trayectoria y se vivió el estreno de The second act. Fue el comienzo de un evento donde se despliega la autocomplacencia hollywoodense, los elogios, brillos y elegancia ante los miles de medios que apuntan fijamente con los lentes de sus cámaras.
Las estrellas caminan por sus hoteles y se pasean por la alfombra roja como si estuvieran haciendo una sesión de fotos constante porque, básicamente, las cámaras están por todas partes (lo hizo Anya en otro video horas más tarde). Desde prensa a curiosos con sus teléfonos celulares.
Es un universo paralelo a la industria en general, donde el antiguo concepto de la ‘movie star’ cobra vida con una avalancha de glamour que ni Hollywood iguala. Y quizás por ese motivo es el video de Anya Taylor-Joy grabado a su llegada impacta tanto, porque muestra la contraposición de esa característica inalcanzable que representa el glamour hollywoodense aumentado bajo la grandiosidad de Cannes con la cara más incómoda de la exposición que acarrea la fama.
Ser famoso supone idolatría pero, también, la conversión en un objeto al que se puede filmar en la calle, ponerle el teléfono celular por delante para sacarle una foto o exigirle autógrafos con una insistencia agresiva que olvida la identificación de estar ante otro ser humano. Famoso, pero ser humano. Precisamente existe un perfil de Instagram (muy popular por cierto) llamado Deuxmoi que se dedica a compartir chimentos a partir de información que comparte la gente y fotos que los curiosos toman de los famosos cuando hacen sus vidas normales. Dónde están, con quién están, etc.
En resumen, en todo este negocio donde la fama moderna habita entre la viralidad online, los selfies y el hecho de que todos podemos ser paparazzi (solo hace falta un teléfono después de todo), también existe la venta de autógrafos, llevando a la pérdida de la identidad humana del famoso y la urgencia insistente con tal de conseguir el preciado objeto que puede venderse por cientos de dólares. Cueste lo que cueste. Aparentemente hasta enfrentándose a guardaespaldas si hace falta.