Raphael volvió. Y no sólo volvió: resurgió con fuerza, con emoción, con treinta canciones y una ovación que estremeció las piedras milenarias del teatro romano de Mérida, donde este jueves el ícono de la música española retomó los escenarios tras seis meses de lucha contra un linfoma cerebral primario.
A sus 82 años, el artista jienense ofreció una velada para la historia en el marco del Stone & Music Festival, con un público que le ovacionó durante casi cinco minutos antes incluso de que comenzara a cantar. Cuando terminó el recital, otros diez minutos de aplausos —imposibles de detener— rubricaron su triunfo.
Una noche de emociones y clásicos
El espectáculo inició con ‘La Noche’, canción que Raphael grabó hace casi seis décadas. Con una voz poderosa y el estilo dramático que lo caracteriza, el artista ofreció un recorrido por los momentos más íntimos y emblemáticos de su repertorio, acompañado por diez músicos en escena y un piano sobresaliente.
Clásicos como ‘Yo sigo siendo aquel’, ‘Mi gran noche’, ‘Escándalo’, ‘Qué sabe nadie’ y ‘Como yo te amo’ fueron coreados por un público entregado, que vivió con intensidad cada gesto, cada vibrato, cada mirada del intérprete.
“Cada paso, aunque menos enérgico que antes, fue una página viva de la historia de la música”, comentó un espectador.
Homenaje a la canción francesa y a América Latina
Raphael rindió también tributo a la chanson française, que tanto ha influido en su carrera. Interpretó piezas como ‘La vie en rose’, ‘Padam padam’, ‘Je ne regrette rien’ y ‘Hymne à l’amour’, en homenaje a Édith Piaf.
Desde esa misma emoción cruzó el Atlántico para cantar ‘Gracias a la vida’, de la chilena Violeta Parra, y ‘Que nadie sepa mi sufrir’, de los argentinos Ángel Cabral y Enrique Dizeo.
“Un canto a la vida”
Raphael interpretó algunos temas sentado, como ‘Si no estuvieras tú’, ‘Amo’ y ‘Volveré a nacer’, pero su energía, carisma y entrega se mantuvieron intactos. El concierto fue un canto a la vida y a la resistencia, una celebración de su regreso, y una muestra más de por qué sigue siendo aquel.
“En canto vuela, con sus alas: armonía y eternidad”, escribió Rubén Darío. Hoy, esas palabras parecen escritas para él.
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